
Descarados y más listos que el hambre, a estos chicos les importa un bledo la estabilidad laboral, los jefes y las órdenes sin explicación previa. Les han llamado de muchas maneras —generación Y, millenials, iGeneration y, más recientemente, generación yo— y todavía es un poco difusa la línea temporal que los separa de la generación anterior, la X. Pero tienen personalidad propia y, lejos de ser el futuro, dibujan ya el presente.
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¡Viva Irene!
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